El Culto Cristiano
La Iglesia Luterana se define a sí misma como «la asamblea de creyentes entre los que se predica el Evangelio y se administran los santos sacramentos según el Evangelio» (Confesión de Augsburgo, VII). La Biblia es considerada el núcleo fundamental del Culto Cristiano y en base a ella, los Sacramentos quedaron reducidos al Bautismo y a la Eucaristía, en tanto que, son los únicos que fueron instituidos por Cristo mismo. En la época de la Reforma del siglo XVI, la iglesia de Roma sólo permitía el uso del idioma latín en las misas y la lectura de la Biblia estaba prohibida para los fieles. Lutero tuvo cumplió la titánica obra de traducir la misa al idioma del pueblo (alemán) y también, realizar la primera traducción de la Biblia completa al mismo idioma. Además, escribió himnos en alemán con melodías populares que la gente pudo entonar en comunidad durante las misas. Esto abrió las puertas para la participación de los fieles en la misa y posibilitando también una mayor comprensión de las verdades cristianas que se predicaban, ya que la gran mayoría no conocía el latín. Así, se comenzó a celebrar el Culto Cristiano (o misa) en las lenguas populares y se destacaba la predicación y el canto comunitario. El luteranismo no cambió la estructura de la misa, sino que la acercó a la gente en utilización de las lenguas populares, realzó la importancia de los sermones –que ahora se basaban en la exposición de las Escrituras y no en escritos del Papa y los Concilios– y, asimismo, estimuló la participación comunitaria en el culto a través del canto litúrgico y de himnos. El propio Lutero escribió muchos de estos últimos, que alcanzaron gran popularidad y se entonan hasta el día de hoy.
¿Culto o Misa?
Los cristianos, alrededor del mundo, nos reunimos para encontrarnos con Dios y con su comunidad de santos, para interactuar con Él, para conocer su amor, recibir sus dones, y para expresar nuestro agradecimiento por su cuidado y bendición. Esto significa el «Culto».
¿Cómo se llama correctamente la reunión celebrativa que tenemos todos los domingos en nuestras congregaciones? Dentro del mundo protestante encontramos diferentes términos. En el mundo de habla alemana se utiliza la palabra Gottesdienst, que ha sido traducida al castellano como Servicio Divino. En el mundo de habla inglesa se utiliza la palabra Service, que significa Servicio (también la palabra Worship, que significa adoración). También, proveniente del mundo de habla inglesa, se utiliza Santa Comunión (Holy Communion) como nombre para la celebración, dado que ésta constituye el elemento central de la celebración. En el mundo latino utilizamos la palabra Culto (en francés Culte) para referirnos a nuestras celebraciones litúrgicas. Finalmente, no podemos dejar de mencionar la palabra Misa, que es el nombre que tradicionalmente ha utilizado la Iglesia para denominar a la celebración litúrgica por excelencia. Cuando Lutero desarrolló sus dos primeras liturgias, las llamó Misa Latina y Misa Alemana. En las Iglesia Orientales y Ortodoxas se usa la denominación Divina Liturgia para referirse exclusivamente a la Misa.
Los términos que se refieren a la celebración como Servicio Divino, hacen énfasis en la dimensión divina de la celebración. En este sentido, se entiende que el «Servicio» es un espacio/tiempo creado por Dios para que los cristianos podamos reunirnos en su presencia, orar en comunión, recibir el consuelo del perdón, escuchar su Palabra, y a recibir sus Sacramentos. Se refiere a un servicio de Dios y para Dios; esto también es el Culto.
¿Qué dicen nuestras confesiones luteranas? En el Art. 24 de la Apología de la Confesión de Augsburgo leemos: «queremos recalcar… que nosotros no abolimos la Misa, sino que la conservamos y defendemos escrupulosamente. Porque entre nosotros se celebran Misas todos los domingos… y se administra en ellas el Sacramento a quienes lo desean recibir, después de haber realizado su confesión y haber sido absueltos. Se conservan asimismo las acostumbradas ceremonias públicas, el orden de las lecciones, las oraciones, las vestiduras y otras cosas semejantes».
Todos estos nombres que hemos visto pueden utilizarse correctamente, entendiendo que todos se refieren a la misma realidad celebrativa que Dios nos ofrece por amor. Más allá de que la llamemos Culto o Misa, lo importante es que sepamos lo que señala la Confesión de Augsburgo, en el Art. 24: «Puesto que la Misa no es un sacrificio para quitar los pecados de otros, vivos o muertos, sino que debe ser una comunión en la cual el sacerdote y otros reciben el Sacramento para sí, nuestra costumbre es que cuando hay comulgantes presentes, se celebra la Misa, para que comulguen todos quienes lo deseen». Entendemos entonces que la Misa o Culto es la fiesta organizada por el mismo Dios para brindarnos a nosotros su perdón y consuelo a través de la Palabra y el Sacramento, y todo por pura gracia y amor.
Muchos han vivido una transformación hacia la fe en un culto y esa es también nuestra búsqueda: que Dios haga de nosotros mejores creyentes y personas. En el culto nos comunicamos con Dios de una manera especial a través de distintos momentos. Es importante saber qué significa cada uno de estos momentos, para que así podamos aprovecharlos de mejor manera, concentrándonos plenamente en cada uno de ellos. El culto es un regalo maravilloso en que Dios nos ofrece un espacio para ser, vivir y servir en fe.
¿Domingo o Sábado?
Los cristianos, alrededor del mundo, nos reunimos el día domingo para encontrarnos con Dios y con su comunidad de santos (= bautizados), para interactuar con Él, para conocer su amor, recibir sus dones, y para expresar nuestro agradecimiento por su cuidado y bendición. Este es el significado del culto.
Los judíos establecieron, bajo la Ley que diera Dios a Moisés, el día sábado como el día específico de adoración al Señor. A esta tradición se le conoce como el Sabath o Sabático, día de reposo y de alabanza a Dios (cf. Éxodo 20:8 « Acuérdate del día sábado para santificarlo» y 31:12-16 «El Señor dijo a Moisés: “…No dejen nunca de observar mis sábados, porque el sábado es un signo puesto entre yo y ustedes, a través de las generaciones, para que ustedes sepan que yo, el Señor, soy el que los santifico. Observarán el sábado, porque es sagrado para ustedes. […] Los israelitas observarán el sábado, celebrándolo a través de las generaciones como signo de alianza eterna.»). Desde entonces que se descansa y se celebra a Dios el día sábado. Pero con la venida de Jesucristo, la concepción del sábado cambió, ya que no era realmente funcional para el pueblo ni para Dios (cf. Mateo 12: 1-15; Marcos 2:23-28). Más tarde, Jesús sería condenado a muerte y clavado en una cruz. Luego de su muerte, Jesús fue sepultado según la costumbre de la época, en una cueva, y resucitó al tercer día. Ese día de su resurrección fue un domingo, día que cambiaría al mundo para siempre. Tan profundo fue este hecho milagroso y amoroso de Dios que se llamó ese día en su honor: en latín Dominus, que significa Señor; y traducido al español queda como domingo: el día del Señor. Desde épocas muy tempranas, ya con los apóstoles, que se celebran los cultos los días Domingos, haciendo especial énfasis en que como en un domingo resucitó Jesús, eso nos convierte a todos los cristianos reunidos un domingo, en la comunidad de los resucitados, es decir, el pueblo de Dios que cree en su Resurrección y recibe la Vida Eterna; esto es lo que somos y esto es lo que recordamos y celebramos Domingo a Domingo.
La Comunidad
El culto tiene una dimensión muy importante y es la de la Comunidad. El culto no es solo el día especial para alabar a Dios, sino también el día en el cual se reúne toda la Comunidad. Porque «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mateo 18:20). Estas palabras de Jesús nos dicen que a Dios se le alaba en Comunidad. Es aquí en el mundo, con nuestros semejantes, pecadores igual que todos, que recibimos el perdón y el amor de Dios. Por otro lado, también reconocemos que Dios está presente en su Palabra, leída y predicada, y que viene a los creyentes en la Comunión, renovando nuestras vidas en Jesucristo. Y donde está Dios, están sus dones de salvación, paz y alegría. De aquí tenemos entonces que el culto es la reunión de la Comunidad creyente en Dios que necesita de su perdón, enseñanza y nueva vida para continuar su peregrinación por el mundo hasta que él los conduzca a la Vida Eterna.
Por supuesto que también otras aspectos del culto que nos gustan, como la música, arquitectura de los templos, las imágenes, etc. La belleza visual y auditiva puede ser placentera y hacernos bien. La apertura y bienvenida de los que se encuentran a nuestro alrededor y el compartir nuestra alegría son muy importantes. Confesar nuestra fe con otros cristianos nos fortalece. Pero lo que va más allá de cualquier otra cosa es la verdadera presencia y poder de Dios, reveladas en la comunidad que se reúne en su Nombre y disfruta de su gracia y bendición.
Esto no sería posible si no fuera por Jesucristo, porque el amor de Dios es en Jesús. Así es como Dios nos trajo cerca suyo. Jesús se hizo humano para rescatarnos. Porque Él murió por nuestros pecados, nosotros vivimos. La fe en Jesucristo nos trae estos regalos y nos une a Dios. Estar con Él es la razón por la que nos juntamos los domingos. Por eso, nuestra liturgia se centra en Jesús y en su Santa Cena, quién reveló la plenitud del amor de Dios. En Él nosotros encontramos a Dios (Emmanuel = Dios con nosotros).
La tradición luterana está muy unida a la música y es por eso que gran parte de nuestra liturgia dominical está cantada. Además cantamos himnos o canciones durante el culto, que nos ayudan a meditar mejor y a compenetrarnos con la Palabra de Dios. Dependiendo del lugar y de la tradición, será el tipo de himnos que se canten y el tipo de instrumentos. Hay iglesias que cuentan con órganos de tubo y otras que tocan con piano o guitarra. En algunas se entonan hermosos corales antiguos y en otras se cantan canciones con tradicionales tonadas nacionales y/o populares. Sin importar la forma, lo esencial es que, para nosotros, la música es algo que siempre ha acompañado a la meditación, adoración y alabanza a Dios.
Las partes principales del Culto
En el Culto, Dios hace algo que sólo Él puede hacer: tornar nuestros corazones hacia Él y transformar nuestro pecado en amor. Dios hace esto cada domingo al venir a nosotros con su Perdón, su Palabra y sus Sacramentos.
El Culto comienza con nuestra Confesión, arrepentimiento y el perdón misericordioso de Dios. Eso nos capacita para recibir su Palabra y comprenderla evitando nuestros prejuicios y orgullos. Luego de adherirnos a su Palabra, la hacemos realidad compartiendo y deseando la Paz, para así recibir su Sacramentos en armonía y en contacto pleno con Dios y los hermanos en la fe: primero le conocemos en el Perdón, luego lo recibimos en la Palabra y finalmente Él habita en nosotros a través de su Santa Cena. Cuando los estos elementos se encuentran juntos en un solo evento, existe una plenitud de encuentro con Dios y una transformación de nuestras vidas y corazones. Estos tres elementos, dan forma y una estructura básica a nuestro Culto, estableciendo un equilibrio entre los maravillosos dones de Dios y nuestra respuesta de fe. Dios viene a nosotros y nosotros le respondemos con cantos, con un corazón renovado y con obras que emanan de la fe que Dios nos da y que Él mismo fortalece y mantiene a través de su Perdón, su Palabra y su Sacramento. Así como cuando visitamos a nuestros padres, normalmente compartimos una conversación y una comida (sobretodo cuando celebramos algo), lo mismo ocurre en el Culto. Dios hizo algo que sólo Dios podía hacer: tornar nuestros corazones hacia Él y transformar nuestro pecado en amor. Dios hace esto cada domingo al venir a nosotros con su Perdón, su Palabra y sus Sacramentos.
el leccionario ecuménico
Normalmente en las Iglesias Luteranas se celebran los cultos los días domingos, ya que en cada culto recordamos la resurrección de Jesús que sucedió también un domingo (domingo= lat. “Dominus”, es decir que el domingo es el “día del Señor”). Esto no quita, por supuesto, la posibilidad de celebrar cultos otros días de la semana. En cada domingo se lee y se predica sobre las lecturas que propone el LECCIONARIO Ecuménico, que puede ser de 3 años o más. Este leccionario nos dirige en cuanto a las “lecciones” que se compartirán en cada Culto o Celebración Litúrgica. Tiene una duración de 3 años que marcan 3 ciclos de lecturas bíblicas (A–B–C).[1] Durante esos 3 años, se lee casi toda la Biblia en el Culto. Al completar los 3 años, se comenzará otro ciclo desde el comienzo. Cada ciclo de 3 años contempla las lecturas bíblicas desde la perspectiva de los Evangelios Sinópticos, es decir, 1 año leemos a Mateo (Ciclo A); 1 año leemos a Marcos (Ciclo B); y 1 año leemos a Lucas (Ciclo C); el Evangelio de Juan se va leyendo durante los 3 años. Si tomamos en cuenta que las comunidades están en constante cambio y que no siempre tendrán al mismo pastor o pastora predicando, es importante, como iglesia bíblica que somos, que se escuche la Palabra de Dios anunciada y predicada más de una vez, y en lo posible, con distintas interpretaciones a la luz de la actualidad del mundo y de la realidad de fe. De aquí que no existe problema alguno en volver a leer las lecturas cada 3 años, dando pie a que la predicación y la vida comunitaria sean una rica experiencia de fe, siempre renovándose y actualizándose.
- Ciclo A: Mateo + Juan
- Ciclo B: Marcos + Juan
- Ciclo C: Lucas + Juan
Si se pone atención en las lecturas dominicales del culto, se podrá saber fácilmente en qué ciclo está la Iglesia. La misma atención nos hará ver que para cada Culto o misa hay al menos 4 lecturas:
- Lectura de un Salmo (del libro de los Salmos)
- Lectura del libro histórico (Antiguo Testamento o Libro de los Hechos)
- Lectura de una Carta apostólica (cartas de Pablo, Pedro, Juan, etc.)
- Lectura del Evangelio (Mateo, Marcos, Lucas o Juan).
Estas lecturas bíblicas nos ayudan, en complemento, a integrarnos a toda la historia de Dios con su pueblo. Así, leemos las experiencias de fe de los Salmos, las historias heroicas y proféticas de los libros del Antiguo Testamento, la doctrina y consejos de fe de las Cartas Apostólicas, y por último, la grandeza y el amor pleno de Dios en el Evangelio de nuestro Señor, que es la razón por la cual estamos todos reunidos alabando y reconociendo la presencia de Dios en nuestras vidas.
EL Año Eclesiástico o año de la iglesia
No solo las lecturas van variando de domingo a domingo, sino también la Estación o Tiempo del Año Eclesiástico. Al igual que el año común, que tiene 4 estaciones según la cercanía de la Tierra con el Sol, el Año de la Iglesia tiene estaciones que se basan en la vida de Jesús y de los Apóstoles. Cada año tiene fechas importantes como lo son Navidad, Pascua, Pentecostés, etc., pero además, cada una de estas fiestas litúrgicas son precedidas o sucedidas por un tiempo que nos ayuda a comprender mejor su significado e implicancias en nuestra vida cotidiana y en nuestra comunidad. Las estaciones, colores litúrgicos y significados del Año Eclesiástico son los siguientes:
Adviento: La Estación de Adviento marca el comienzo del Año Eclesiástico y se celebra durante los 4 domingos previos al día de Navidad. En Adviento nos preparamos para recibir el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo en la Navidad. La tradición en esta época es tener una Corona de Adviento (en las casas y en la iglesia) y prender una vela por domingo hasta llegar a las cuatro velas encendidas. Mientras más velas encendidas, más luz se irradia de ellas, y eso simboliza la luz que viene a traer nuestro Señor Jesucristo al mundo con su nacimiento. En este tiempo se utiliza el color Violeta o Morado para simbolizar la espera y preparación para la Navidad. Este color también nos invita a la esperanza y la oración para recibir aquel nacimiento que cambiará el mundo y nuestras vidas para siempre.
Navidad: En esta Estación se celebra el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en nuestras vidas de fe. El Día de Navidad da comienzo a la Estación de Navidad en donde somos invitados a comprender el significado del nacimiento de Jesús en nuestras vidas y en la Iglesia. El color litúrgico de la Navidad es el Blanco, siendo éste, la suma de todos los colores. El blanco también nos recuerda el brillo de la luz de la gloria de Dios que permanece en nuestros corazones por medio de la fe. Simboliza la perfección, lo divino, siendo también el color de la alegría, de la pureza, de la plenitud y de la paz.
Epifanía: que significa “manifestación”, es la Estación en la que recordamos la visita de los Sabios de Oriente, la persecución de Herodes a Jesús, la infancia de Jesús y su Bautismo por Juan. Así asimilamos cómo Dios se manifestó y se dio a conocer a nosotros por medio de su Hijo. Para enfatizar en la gloria y amor de Dios, se utiliza el color Verde, que nos recuerda constantemente que Dios cuida su Creación y se revela en ella; es un color de vida, de naturaleza, de creación de Dios y demuestra que todo viene de Él: nuestra vida, nuestro sustento y nuestra salvación. El último domingo de Epifanía celebramos la Transfiguración de Nuestro Señor, en la cual se nos muestra la gloria que Jesús mostró en la montaña señalando el cumplimiento de las promesas de Dios en los profetas del Antiguo Testamento. Como en este día también se anuncia la muerte de Jesús en Jerusalén y se utiliza el color Blanco.
Cuaresma: es el tiempo de preparación, oración y ayuno espiritual en el que intentamos comprender el sacrificio de Cristo por nosotros en la cruz. En esta Estación no se canta el “Gloria” ni el “Aleluya” durante el culto, para enfatizar que es un tiempo de meditación y espera a la verdadera alegría y vida que están por llegar con la Pascua. Este tiempo, tal como lo dice su nombre, dura 40 días y recuerda a los 40 años que el pueblo de Israel caminó por el desierto al salir de Egipto y los 40 días que estuvo Jesús en el desierto como preparación para comenzar su ministerio. De la misma manera, durante Cuaresma, nosotros nos preparamos para recibir el amor de Dios en un mundo que muchas veces no ayuda a hacerlo. La Estación de Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza, en donde recibimos la imposición de las cenizas sobre nuestra frente con el signo de la cruz, que nos recuerda la muerte de Jesucristo y también nos ayuda a aceptar nuestra propia muerte, algo inevitable y natural, pero que recibimos con esperanza en la resurrección. En este día la Iglesia usa el color Negro, porque se recuerda la muerte de Jesús. Luego de cuarenta días, la Cuaresma da paso al Domingo de Ramos o Domingo de la Pasión, donde celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, dispuesto a morir por amor a la humanidad. En este día recolectamos humildes ramitas de olivos o palmas para compenetrarnos con la entrada de Jesús a Jerusalén, entrada que para nosotros significa esperanza y consuelo ante el dolor y el sufrimiento. Estas ramitas se guardarán durante todo el año para ser quemadas y hechas cenizas el Miércoles de Cenizas del año próximo. El color utilizado en la Cuaresma es el Violeta o Morado, símbolos de reflexión, oración, y ayuno. Además es un tiempo de preparación, ya que nos prepara para la recibir la Pascua de Resurrección.
Semana Santa: es la Estación que utilizamos para meditar lo que Cristo hizo por nosotros por medio de su pasión, muerte y resurrección. Asimismo, tratamos de ver qué significa la muerte de Jesús y de qué manera recibimos y vivimos su resurrección hoy en el mundo. Es común comenzar las celebraciones de Semana Santa el día Jueves Santo con la celebración de la Última Cena de Jesús y sus discípulos, siguiendo el rito hebreo antiguo o con el rito del Lavado de los Pies según aparece en el Evangelio de Juan. Luego, el Viernes Santo, se recuerda la muerte de Jesús en la cruz, compenetrándonos con su dolor, sufrimiento y amor por la humanidad. En señal de tristeza y luto no se cantan el Gloria ni el Aleluya (tampoco se hace durante toda la Cuaresma), ni tampoco se tocan las campanas. La iglesia se viste de Negro en señal de luto. En el Sábado Santo o Vigilia Pascual nos preparamos para recibir pacientemente la resurrección de Jesús el día domingo. En este día se presenta un nuevo Cirio Pascual, gran velón que acompaña a la iglesia durante todo el año simbolizando la luz de la vida que Jesús no ha traído con su resurrección.
Finalmente, el domingo celebramos la Pascua de Resurrección: es la fiesta más importante del Calendario Eclesiástico en la cual celebramos, con alegría y júbilo, que nuestro Señor Jesucristo ha vencido al pecado y a la muerte por medio de su resurrección. Es la fiesta central de la fe cristiana. Celebración de la vida, de la esperanza, de la victoria de la vida sobre la muerte. Fiesta de alegría, de resurrección. Está ligada también a la fiesta de Pascua de los judíos (Pésaj), que conmemora la liberación de la esclavitud en Egipto. De aquí que para los cristianos la Pascua también significa Liberación, en cuanto somos liberados de las ataduras del pecado y de la muerte, y resucitados por la fe en nuestro Señor Jesucristo y conducidos hacia la Vida Eterna.
PASCUA: el Domingo de Pascua da inicio a la Estación de Pascua. En un período de 5 semanas, asumimos que somos el pueblo de la resurrección y que nuestra Vida Eterna comienza hoy, cuando creemos en la vida que Dios nos ha regalado por medio de Jesús. El tiempo de Pascua finaliza con la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor, que se celebra 40 días después del Domingo de Pascua. En este día recordamos que Jesús está sobre nosotros y es el único que ha resucitado y que puede interceder por nosotros ante Dios, porque se encuentra en el cielo a la derecha del Padre. Así como se fue y “subió al cielo”, un día Él volverá en gloria y majestad, trayendo consigo el Reino definitivo. Esto es conocido como la segunda venida de Cristo (Parusía), día que todo cristiano espera con fe y en donde seremos finalmente resucitados tanto vivos como muertos y llevados a la Vida Eterna como una sola gran Comunidad. El color litúrgico para el tiempo de Pascua es el Blanco, realzando la santidad y amor de Dios para con toda la humanidad, al haber dado a su propio Hijo para morir por nosotros y regalarnos la verdadera esperanza en la resurrección y Vida Eterna.
Pentecostés: en griego, significa 50, y son 50 los días que pasaron desde la Pascua hasta este día. La Estación de Pentecostés comienza con el Día de Pentecostés, domingo festivo en el cual recordamos el cumplimiento de la promesa de Jesús del envío del Espíritu Santo, enviado para inspirarnos y dirigirnos en la misión de la Iglesia. Este día es también el aniversario de la Iglesia porque, como dice en Hechos 2, con la venida del Espíritu Santo da inicio a la Iglesia Cristiana. Con la fiesta de Pentecostés celebramos el envío pleno del Espíritu Santo tal como lo había prometido Jesús a sus discípulos, llamado a dar la fe, a iluminar y a congregar a los fieles en un solo cuerpo que es su Iglesia. En este día usamos el color Rojo para simbolizar el fuego del Espíritu Santo en nuestros corazones. El domingo después del Día de Pentecostés, celebramos el misterio de la Santísima Trinidad, en donde recordamos que Dios se ha manifestado finalmente de tres formas o en tres personalidades: Padre Creador, Hijo Salvador –Jesucristo-, y Espíritu Santo Consolador que despierta la fe, recrea y mantiene la Iglesia. En este domingo se nos invita a reconocer al Dios Trino que se ha manifestado plenamente a la humanidad, primero como Padre, luego Hijo y ahora como Espíritu Santo, siendo siempre un solo Dios por toda la eternidad. Usamos el color Blanco para simbolizar la santidad de Dios y la pureza de la fe que nos ha dado a través de su Espíritu Santo. Todos los domingos siguientes, hasta Adviento se conocen como la Estación de Pentecostés o Tiempo de la Iglesia. Es una época en la que oímos y estudiamos las enseñanzas de nuestro Señor y sus implicancias en nuestra vida cristiana personal y comunitaria. Durante este largo tiempo, que dura casi la mitad del año, usamos el color Verde que nos recuerda el crecimiento en la fe que cada cristiano debe tener a lo largo de su vida, tanto individualmente como en la comunidad de la Iglesia.
[1] Vale señalar que también hay otros tipos de órdenes, como el ciclo alemán de 6 años llamado Losungen.